En estos 750 kilómetros de costa del Golfo de México nació la cultura olmeca, en el origen de la civilización mesoamericana, y el contacto de Hernán Cortés con los habitantes llevó a la conquista del imperio azteca. Además, aquí te esperan ciudades muy atractivas, pueblos que conservan sus tradiciones y un estilo de vida 'slow' y tropical.
PAPANTLA
Papantla es una pequeña ciudad situada a poco más de 300 kilómetros al noreste de la capital federal mexicana. Tu primera impresión nada más llegar puede ser que, aparentemente, esto no tenga nada especial. Nada más alejado de la realidad ya que aquí hay mucho que ver y hacer: tanto en la ciudad como en sus alrededores encontrarás algunos de los atractivos más peculiares de todo el país.
Si has tenido ocasión de pasar por el Museo de Antropología de Ciudad de México probablemente hayas visto junto a la entrada a los conocidos como voladores de Papantla: un grupo de hombres que lleva a cabo uno de los rituales más espectaculares y antiguos que se conocen, declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
En algunos documentos españoles del siglo XVI ya existen referencias sobre esta peculiar danza que tiene un evidente origen prehispánico y está asociada a favorecer las actividades agrícolas, pero aquí tendrás ocasión de observarla en su sitio original.
Junto a la iglesia de Papantla hay un poste para realizar esta danza ritual en la que participan cinco hombres, siempre ataviados con coloridas ropas tradicionales.
Todos suben a lo alto de un poste y uno de ellos permanecerá arriba haciendo sonar una flauta y un tamborcillo mientras los otros cuatro, con los pies atados a una cuerda que se va desenrollando a medida que dan vueltas, vuelan cabeza abajo hasta casi llegar al suelo.
En un ritual bien hecho, los cuatro dan 13 vueltas en su descenso, con lo que consiguen el número 52, símbolo del Xiuhmolpilli, el ciclo de 52 años del calendario mesoamericano.
ENTRE DOS CIVILIZACIONES
A unos 5 km de Papantla (lo mejor es que cojas un taxi) está El Tajín. Este recinto arqueológico abre todos los días y conserva los restos de una importante ciudad totonaca que floreció entre los siglos VIII y XIII en la zona del Golfo de México.
Se trata de un lugar sereno, en el que te resultará fácil sumergirte en una cultura misteriosa. Los libros dicen que El Tajín es el puente cultural que une la civilización de los mayas y las de las tierras altas del centro de México.
El Tajín está inmerso en el bosque tropical, y parece que las pirámides brotan de la tierra húmeda igual que los árboles. Es uno de los grandes recintos arqueológicos de México pero no es de los más conocidos por lo que es posible visitarlo sin encontrarse con multitudes.
Camina hasta la pirámide de los Nichos, por el Juego de Pelota y el antiguo mercado, tratando de imaginar cómo sería esta ciudad en la época de máximo esplendor, cuando sus edificios pintados de rojo brillarían bajo el sol tropical y el humo de las ofrendas de copal (un tipo de resina) se elevaría hacia el cielo.
La capa de pintura se ha ido con el tiempo y la lluvia, y las casas de barro y caña de sus habitantes han desaparecido, pero quedan los relieves tallados en las paredes de los edificios. Los que se encuentran en el llamado Juego de Pelota Sur son magníficos pero muestran algunas escenas crueles. El juego de pelota en estas culturas mesoamericanas tenía algo de extraño, de duelo hasta sus últimas consecuencias.
Los arqueólogos piensan que después de un juego se sacrificaba a uno de los equipos. Tal vez al que ganara, aunque esta posibilidad nos adentra en los laberintos de la condición humana. El momento del sacrificio está perfectamente detallado en el relieve, pero también hay otras escenas más amables, como la de los bebedores de pulque: bebida tradicional que se extrae del maguey (una especie de pita) y que ha llegado hasta nuestros días.
A la entrada también se puede ver a los indígenas huastecos llevando a cabo el rito de volar desde lo alto de un poste de 35 metros.
Para cambiar de aires, desde Papantla puedes ir en autobús a Tecolutla, un pueblo costero con una ancha playa con palmeras y chiringuitos. Se pueden hacer excursiones en lancha por los manglares que surgen cerca de la desembocadura del río.
XALAPA Belleza y cultura
La capital del Estado de Veracruz es Xalapa, una ciudad del interior, con ese clima casi perfecto que permite el cultivo del café en sus alrededores y en la que se respira la esencia del México más tranquilo. Es conocida como la Atenas veracruzana por ser la sede de la Universidad, por sus extraordinarios museos y por su activa vida cultural.
Xalapa se extiende sobre la ladera de una colina, por lo que hay cuestas pero también buenas panorámicas. El centro vital es el parque Juárez, una plaza arbolada y abierta al horizonte que se anima al final de la tarde. Hay un templete para la banda de música, tenderetes de comida y artesanía, limpiabotas, un grupo de soldados que viene para la ceremonia de arriar la bandera y niños que juegan al escondite.
Buena parte de los edificios institucionales se asoman al parque o están a poca distancia, como el Palacio Municipal, el Palacio de Gobierno
–donde hay un espléndido mural de Mario Orozco– y la Catedral.
UN GIGANTE AMERICANO
La silueta de un cerro cercano parece una cortina azul. Al fondo se ve el cono volcánico del Pico de Orizaba, la montaña más alta de México. Sólo el McKinley, en Alaska, y el Logan, en Canadá, le superan en toda América del Norte. En tiempos prehispánicos se llamaba Citlaltepetl (Estrella de la Mañana) y se cuenta que Quetzalcoatl, reverenciado como la Serpiente Emplumada, fue devorado por las llamas del cráter. Milagrosamente, tomó la forma humana y voló más allá de los mares, prometiendo que regresaría. Cuando Cortés y sus hombres llegaron a estas tierras fueron tomados por los indígenas como la reencarnación de Quetzalcoatl. La cima, a 5.747 metros, destaca sobre el horizonte y, aunque está a 100 kilómetros de la costa, se dice que es el primer punto de México que recibe la luz del sol al amanecer.
Xalapa conserva en buena medida un centro histórico con calles estrechas, casas bajas y un ambiente muy tranquilo. En el Callejón Diamante hay tiendas de todo tipo para encontrar un regalo o un recuerdo.
Si buscas un descanso en medio del paseo tienes muchos sitios donde elegir; un clásico es el Café La Parroquia (Zaragoza 18), un lugar de ambiente tradicional donde tomar un café o dejarte sorprender por la gastronomía local.
DE XALAPA A VERACRUZ
Aquí comenzó toda la historia
Aprovecha que Xalapa está situada en una zona alta y de clima inmejorable para conocer los alrededores. Un destino evidente es Coatepec, una pequeña ciudad de ambiente colonial situada a unos 15 km y donde puedes apreciar mejor que en Xalapa el ambiente local.
Ésta es zona de café y flores. No te pierdas el jardín de orquídeas que hay junto a la plaza principal. A unos 8 km aparece Xico, un pueblo donde ya se respira la naturaleza. Está situado en las faldas del Cofre de Perote, un volcán que alcanza los 4.274 metros y que está protegido como Parque Nacional.
Aquí se pueden hacer grandes caminatas o, simplemente, pasear un par de kilómetros hasta la cascada de Texolo.
En el camino entre Xalapa y Veracruz hay varios lugares en los que detenerse. El primero es la Hacienda El Lencero (Carretera Xalapa- Veracruz, Km 9), una antigua hacienda que se remonta a los tiempos de Hernán Cortés pero que está especialmente relacionada con el general Santa Anna que, a mediados del siglo XIX, construyó la gran mansión que se conserva ahora como museo. El conjunto evoca un pequeño viaje en el tiempo.
Un recorrido por el Estado de Veracruz es, en buena medida, un viaje a los orígenes. No sólo al de la civilización mesoamericana, con la cultura de los olmecas. En estas tierras se produjo el primer encuentro verdadero que conduciría en poco tiempo a la aparición del México mestizo. Aquí desembarcó Hernán Cortés para iniciar la conquista de un reino fabuloso.
LA HUELLA DE HERNÁN CORTÉS
Siguiendo esta pista hay que ir a dos lugares especiales, ambos cerca de la costa. Uno es Cempoala, donde Cortés encontró sus primeros aliados y algunos de los guías que le conducirían hacia la fabulosa capital de Tenochtitlan.
Ahora sólo quedan las ruinas de una ciudad totonaca que llegó a tener 80.000 habitantes y debía de ser más grande que cualquier población española de la época. No tiene la importancia de los grandes monumentos mayas de Yucatán, pero vale la pena visitar los restos de estos impresionantes templos: Mayor, del Sol, de la Luna y del Dios del Aire.
Otro lugar relacionado con la historia es La Antigua. En 1525 los españoles levantaron aquí un pequeño poblado después de abandonar Villa Rica pero antes de fundar Veracruz. Ahora, las casas están rodeadas de palmeras, bananos y ceibas. En el río que la atraviesa se dice que Cortés quemó sus naves. Quizá las destruyera de otra forma pero, a partir de aquí, se negó toda posibilidad de volver, de regresar a Cuba, donde la presencia española estaba establecida. Ya sólo le quedaba seguir avanzando hacia Tenochtitlán, la fabulosa capital azteca.
En este espacio encontrarás una casa cubierta por la vegetación, con las raíces de los árboles adaptándose a los muros. Tendrás una sensación extraña al caminar entre estas paredes de siglos, carcomidas por la humedad, conquistadas de nuevo por la naturaleza.
VERACRUZ
Ven a la fiesta
Si Xalapa es la capital del Estado, con sus instituciones y el clima fresco de las tierras altas, Veracruz es una ciudad portuaria, calurosa y bullanguera. De hecho, su Carnaval es el más importante del país.
En el centro la música suena por todas partes. El calor del trópico se va con la brisa del Golfo de México y, con la fresca, los soportales de la plaza se llenan de músicos. Unos sacan ritmos contagiosos a la marimba, otros suaves sones a la lira y, de vez en cuando, llega el eco de un bolero o un corrido cantado con estilo puro macho. Los farolillos en la calle dan un toque de verbena de pueblo a lo que aquí parece ser la fiesta de cada día.
Buena parte de tu tiempo en Veracruz pasará en el Zócalo. En esta plaza encontrarás el Palacio Municipal y la Catedral, pero también palmeras, bares y restaurantes que sacan las mesas, y músicos de todos los estilos. Hay que pasar varias veces para disfrutar de sus ambientes, en especial, el de la caída de la tarde.
TIBURONES Y BARRACUDAS
Cerca del Zócalo arranca el Malecón, que bordea el puerto. Hay movimiento de barcos, puestos de artesanías, el Faro Carranza y, los lunes por la mañana, desfiles militares. Recuerda la importancia del puerto en la historia de Veracruz: durante más de dos siglos fue el único autorizado para comerciar con la metrópoli.
Desde aquí se ve la Fortaleza de San Juan de Ulúa. Recorre sus estancias, pasadizos y baluartes mientras piensas en la historia o en películas de piratas, porque el fuerte da para ambas cosas.
En el centro de Veracruz también están los restos del baluarte de Santiago. En el interior hay una exposición de joyas de oro prehispánico.
En Veracruz encontrarás uno de los acuarios (www.acuariodeveracruz.com) más atractivos del continente. Se camina por un pasillo rodeado completamente de agua y se ven a los habitantes de las profundidades nadando a tu lado, o sobre tu cabeza. Hay tiburones, tortugas, barracudas, rayas inmensas que parecen planear por las aguas… Al contrario que en la mayoría de los museos, una sala está llena de carteles de ¡tócame!, que incitan a los visitantes a sentir el tacto de los dientes de tiburón, del coral o del caparazón de una tortuga.
LOS TUXTLAS
Todo un gran museo al aire libre
Para llegar al corazón de la cultura olmeca sigue hacia el sur. El camino atraviesa una llanura costera, cálida y húmeda, en la que surge la pequeña Tlacotalpan. Ahora parece una ciudad dormida pero en el siglo XIX fue un activo puerto fluvial a orillas del río Papaloapan. De este tiempo queda un formidable conjunto de arquitectura tradicional –declarado Patrimonio Mundial por la Unesco– con casas pintadas de azul, rosa, naranja, verde… En una de ellas nació Agustín Lara y, en otra, una cantina recuerda a este compositor, uno de los más importantes de música popular de América Latina. El dueño te señalará la banqueta que utilizaba este flaco feo que conquistó a las mujeres más bellas de su tiempo.
El camino sube a las colinas de Los Tuxtlas, en el límite occidental del corazón olmeca.
La mayoría de las 17 cabezas colosales que se conocen están en los museos de México, Xalapa y Villahermosa, pero en los pueblos de esta zona se pueden encontrar todavía algunas.
En la plaza de Santiago Tuxtla está la mayor de todas (3,4 metros y unas 50 toneladas), llamada de la Cobata por la cercana finca en que se descubrió. En el museo se conserva otra cabeza, mucho más pequeña.
Estas dos cabezas no son las más hermosas que conocemos, pero nos llevan a un mundo distante, al de la llamada cultura madre de América. Otros grupos posteriores, desde los mayas a los aztecas, asimilaron la herencia olmeca. Aquí, en esta comarca cálida, de suave paisaje verde y ondulado, surgió el germen del que brotaron algunas de las civilizaciones más elevadas de la América prehispánica.
El centro turístico de la zona es Catemaco, a orillas del lago del mismo nombre. Aquí puedes recorrer en lancha las islas de los Changos (o de los monos) y la de las Garzas. En la orilla norte del lago se encuentra el Parque Ecológico de Nanciyaga (http://nanciyaga.com). Con un guía se puede explorar el que se supone es el sector de selva tropical húmeda más septentrional del planeta y aprender de este ecosistema. Aquí hay fuentes de aguas medicinales y se pueden dar baños de barro. Catemaco también es conocido por sus brujos y chamanes, que realizan una convención anual el primer viernes de marzo.
A medio camino entre San Andrés y Catemaco está el desvío al salto de Eyiplanta que, con 50 metros de alto y casi lo mismo de ancho, es la cascada más famosa de Veracruz.