Escápate a este territorio para hincarle el diente a su gastronomía más selecta y desconectar en los alojamientos más sorprendentes.
Y ya que estás, ¿por qué no redescubres sus ciudades históricas?
Báñate en las playas de Santander, revive el sueño arquitectónico de Gaudí en Comillas y descansa en estos retiros aristocráticos.
Que en nuestros días las playas españolas se llenen durante los meses estivales es algo corriente. Pero no era así hace apenas siglo y medio, cuando el vasto arenal del Sardinero solo lo frecuentaban los habitantes de una ciudad que en aquel entonces contaba con 50.000 almas.
A mediados del siglo XIX, con la popularización de los baños de ola como tratamiento terapéutico, la burguesía española desembarcó en un Santander que veía nacer las primeras fondas y balnearios. La mismísima reina Isabel II visitó la capital cántabra, y tras ella, todo un séquito de nobles, aristócratas, funcionarios y consejeros que elevaron el boato de la ciudad como la espuma.
También Alfonso XIII pasó aquí sus vacaciones durante diecisiete años consecutivos, después de que los generosos comerciantes santanderinos costearan para él una magnífica residencia de verano: la Magdalena.
Antes de conocer los secretos culinarios de la capital cántabra, acércate hasta este Palacio de la Magdalena, un edificio de estilo ecléctico levantado en 1908, que en su momento costó la pequeña fortuna de setecientas mil pesetas.
Hoy, en la residencia ya no veranean los miembros de la realeza y en su interior se ubica una de las sedes de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Es posible una visita guiada por sus interiores, previa reserva pero, ten en cuenta que durante los cursos sólo se permite el acceso a los alumnos.
Desde el jardín del palacio hay unas vistas estupendas sobre la vecina isla del Mouro y su faro, el encargado de indicar a los barcos que están entrando en la bahía. Desde aquí –atravesando la zona verde que tapiza la península de la Magdalena– puedes acceder al frente marítimo: avenida Reina Victoria, calle de Castelar y paseo de Pereda.
Aquí se levantan otros emblemas de la Santander aristócrata, como el palacio de Los Pinares, el Gran Casino del Sardinero, o el coqueto Palacete del Embarcadero, que sirvió como sede de la autoridad portuaria antes de convertirse en la actual sala de exposiciones.
Este último edificio, junto con la iglesia de Santa Lucía, el Gran Casino o la Plaza Porticada, entre otras sedes, albergan todos los años el Festival Internacional de Santander).
En el frente marítimo, justo delante de la playa del Sardinero, te espera tu primera cita en esta sabrosa ruta gastronómica: el restaurante Chiqui (Avda. Manuel García Lago, 9. 942 28 27 00). Cuenta con uno de los fogones de más renombre de la ciudad y, además de estar mencionado en la guía Michelin, forma parte del prestigioso Club de Calidad de Cantabria.
El chef Luis Cordero ofrece una cocina tradicional basada en los productos de temporada, y sus creaciones más aclamadas son la merluza rellena de marisco y el emparedado de bonito y foie. Un consejo: no olvides preguntar por los platos fuera de carta, que son los que Luis elabora con las capturas traídas de la lonja ese mismo día.
Aprovecha para constatar los beneficios de aquellos baños de ola que tanto encantaron a la burguesía decimonónica y date un chapuzón. En la península de la Magdalena tienes la playa de la Magdalena y tres más de curioso nombre: la del Camello, la de los Peligros y la de los Bikinis. Otras que probablemente ya conozcas son los grandes arenales de la Concha y el Sardinero.
Un parque de osos y jirafas
Continúa tu ruta por Cantabria poniendo rumbo hacia el sur por la autovía S-10 hasta el Valle del Pisueña: es la perfecta alternativa natural a una jornada en la ciudad.
El Parque de la Naturaleza de Cabárceno ocupa el espacio de una antigua mina de extracción de hierro enclavada entre los picachos minerales de una zona kárstica. En este entorno casi marciano viven en semilibertad más de 112 especies de animales provenientes de todos los rincones del Planeta, desde nuestros linces o lobos hasta jirafas o hipopótamos.
Hay numerosos caminos –más de 20 kilómetros en total– que atraviesan las distintas áreas faunísticas, y que puedes recorrer en coche, en bicicleta, o a pie a través de las rutas botánicas. Nuestro rincón favorito: el foso de los osos pardos.
A tan sólo 15 minutos de Cabárceno por la E-70/A-8 está la pequeña localidad de Solares, donde podrás poner punto final al día en Casa Enrique (Pº de la Estación, 16. % 942 52 00 73), con algunos de los platos más tradicionales de la zona.
Su artífice, Enrique García, es uno de los cocineros de referencia en Cantabria y representa la cuarta generación de una familia que desde hace más de 100 años se dedica a la buena mesa. Presumen de hacer especialidades tradicionales que dejaron de servirse en otros restaurantes. ¡Hay platos que, sin tocar una coma de la receta original, llevan en la carta más de 80 años! El orgullo del local es el carico montañés (alubias rojas autóctonas), aunque también podrás deleitarte con el zancarrón de ternera o unas sabrosas mollejas salteadas.
Otra localidad imprescindible en toda ruta por Cantabria es sin duda Santillana del Mar, una población cincelada en piedra que en el medievo llegó a ser epicentro de la nobleza norteña.
Antes de comenzar la visita coge fuerzas en el Café Concana (en la calle Los Hornos), donde podrás pedir el desayuno energético cántabro por antonomasia: sobaos pasiegos y un buen café con leche.
Si ya conoces Santillana comprobarás que poco ha cambiado –excepto los negocios de recuerdos– en una villa cuya animación gira en torno a la espectacular Colegiata.
Aunque sea la primera vez que la visitas, casi no necesitarás que te guiemos: simplemente encuentra la calle Santo Domingo y sus ramificaciones y maravíllate con la arquitectura montañesa que flanquea estas vías adoquinadas.
Las casonas de Cossío y Quevedo, la Torre de Don Borja, la Torre del Merino, la casa de los Barreda-Bracho o la casa de los Hombrones son sólo ejemplos de este logro artístico urbano que es Santillana.
Si eres repetidor dedícate a descubrir algunos de sus museos como el del Barquillero (Calle del Río, 19), el del Salón del Tiempo (Avda. Le Dorat, 2) o el de la Tortura (Escultor Jesús Otero, s/n).
A unos 2 km del casco histórico de Santillana, reserva una tarde para ver la Neocueva y el Museo de Altamira.
Desde 2002 no se puede acceder a la cueva original, por lo que hace unos años levantaron esta reproducción que reconstruye la arquitectura geológica natural de Altamira durante el Paleolítico, incluidos sus famosos bisontes, pintados con carbón, ocre y agua.
En el museo contiguo se exponen piezas de la vida cotidiana de los habitantes de esta zona hace 14.000 años. ¿A que no sabías que en aquella época ya usaban agujas e hilo para coser?
Corona tu jornada con otra incursión en la cultura culinaria cántabra y reserva mesa en El Nuevo Molino (Barrio Monseñor, 18. Puente Arce. 942 57 50 55), situado en una casona del siglo XVIII a orillas del río Pas.
Las creaciones del chef José Antonio González le han llevado a obtener una de las cuatro estrellas Michelin con que cuenta la comunidad cántabra. Para probar de todo, elige entre el Menú Gastronómico o el Menú Largo y Estrecho. En la carta hay sugerencias muy tentadoras, como cochinillo frito (23 €), presa ibérica con resina de mango o, si lo tuyo es el pescado, marrajo rustido en salsa de sepia ¡Espectaculares!
Costa Oeste. Ciudades con vocación marinera
Sigue la línea de la costa hacia el Occidente y haz un alto en la localidad de Comillas, otra de las aristócratas que adornan la costa cántabra. Este enclave debe su esplendor a un indiano, Antonio López –marqués de Comillas–, quien gracias a sus negocios en Cuba convirtió su pesquera villa natal en una de las ciudades más fastuosas del norte peninsular. ¿Sabías que incluso instaló en ella el primer alumbrado público de España?
Para explorar Comillas sitúate en el paraje de Sobrellano, donde el marqués mandó edificar su suntuoso palacete (Palacio de Sobrellano) diseñado al más puro estilo neogótico por un arquitecto del momento: Joan Martorell.
Uno de sus discípulos, Antoni Gaudí, construiría no lejos de aquí una extravagancia modernista adornada con girasoles cerámicos: El Capricho (☎ 942 72 03 65), uno de los tres únicos edificios que el arquitecto proyectó fuera de Cataluña.
Pero Martorell y Gaudí no fueron los únicos modernistas en Comillas, ya que algunos de sus coetáneos también se inspiraron en esta corriente para embellecer la ciudad. Son ejemplos claros la Fuente de los Tres Caños, el Monumento al marqués de Comillas y el Cementerio –todos obra de Domènech i Montaner–, éste último con la estatua del Ángel Exterminador, del catalán Josep Llimona. En la web del Ayuntamiento puedes descargarte un plano con la ruta completa del modernismo en Comillas. Antes de continuar con las visitas culturales, dirígete al restaurante Las Redes (Avda. Generalísimo,24. ☎ 942 71 25 42) en San Vicente de la Barquera. Aquí, José Antonio y Susana se afanan en enaltecer los productos que llegan del mar.
La cocina de José Antonio es bien valorada por los barquereños que suelen pedir pescados salvajes de anzuelo cocinados a la espalda o al horno o una sabrosa especialidad de la casa: arroz con bogavante y almejas.
Si te queda espacio, prueba una típica corbata de la vecina Unquera, un dulce de hojaldre a base de huevo y almendras.
Para bajar la comida, disfruta de un recorrido por esta villa abrazada al mar que es San Vicente de la Barquera, camina por el paseo marítimo con sus botes pesqueros o, si la marea está baja, con los mariscadores.
El punto más pintoresco es la Puebla Vieja, uno de los mejores recintos amurallados de Cantabria, desde cuyo alto se divisa la omnipresente ría de San Vicente.
Los caminos de la fe
Una alternativa para conocer esta costa es recorrer la parte del trazado del Camino de Santiago del Norte que discurre por tierras cántabras.
Desde Euskadi, el itinerario comienza en El Haya y pasa por Castro Urdiales, Laredo, Santander, Comillas o San Vicente de la Barquera a lo largo de unos 190 kilómetros.
Además, en San Vicente de la Barquera comienza el Camino Lebaniego, otra ruta de peregrinación que conduce al Monasterio de Santo Toribio de Liébana. En su interior se guardan los manuscritos medievales conocidos como El Beato y el Lignum Crucis que, según la tradición, perteneció al brazo izquierdo de la Santa Cruz. Infórmate en www.cantabriajubilar.com.